sexta-feira, 23 de julho de 2010

Mons. Raymond Burke: La Sagrada Liturgia y, sobre todo, el Santo Sacrificio de la Misa, es la fuente y cumbre de nuestra vida en Cristo. En la santidad de Cristo, que encontramos en la acción de la Santa Misa, recibimos la inspiración y la fuerza para ser santos en cada aspecto de nuestras vidas, así como Él es santo. De modo particular, comprendemos la relación esencial de la confesión de nuestros pecados y la recepción de la absolución en el Sacramento de la Penitencia con nuestra participación plena en la Santa Misa.La participación en la celebración de la Santa Misa abre nuestras mentes y corazones para reconocer el gran Misterio de la Fe, hecho presente en cada celebración de la Santa Misa. La gloriosa presencia de Cristo con nosotros en la Iglesia aparece más plenamente en la Sagrada Liturgia y, sobre todo, en el Santo Sacrificio de la Misa.La confusión y el error están tan presentes que han incluso entrado en la vida de la Iglesia y amenazaron la expresión más sublime y perfecta de su vida: la Sagrada Liturgia, el culto público a Dios. La reforma de la Sagrada Liturgia purificará nuestro culto de todo lo que sea indigno, de todo lo que sea culto a nosotros mismos en lugar de culto a Dios, y dará, por tanto, frutos de una mayor santidad de vida. Vuestra apreciación de la belleza ricamente articulada de la Forma Extraordinaria del Rito Romano es, en definitiva, una expresión de vuestra atracción hacia la incomparable belleza de la acción de Cristo, nuestro Señor, en el Sacrificio Eucarístico, que hace siempre presente para nosotros la donación de Su Vida en el Calvario. Recordamos las palabras de nuestro Santo Padre acerca de la belleza de la Sagrada Liturgia. El Papa Benedicto nos recordó que “la verdadera belleza es el Amor de Dios, revelado definitivamente a nosotros en el Misterio Pascual” y que “la belleza de la Liturgia es parte de este misterio, es una expresión sublime de la Gloria de Dios y, en cierto sentido, es un vislumbre del Cielo en la tierra”.

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La Liturgia, expresión sublime de la Gloria de Dios

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El Arzobispo Raymond Burke, Prefecto de la Signatura Apostólica, celebró el pasado 11 de julio una Solemne Misa Pontifical en la Iglesia de los Santos Pedro y Pablo, en el marco de una conferencia litúrgica en Irlanda. El blog The New Liturgical Movement presenta una síntesis de la homilía.

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En un modo maravilloso, la participación en la Santa Misa, el encuentro con Cristo Glorioso y Resucitado en el Sacrificio Eucarístico, abre nuestros ojos para que podamos conocernos a nosotros mismos y a nuestro prójimo por los frutos que da nuestra vida diaria; y, por la Gracia de Dios podemos alejar de nosotros el pecado y abrazar la obediencia de la fe con sus frutos de amor y de Vida Eterna. La Sagrada Liturgia y, sobre todo, el Santo Sacrificio de la Misa, es la fuente y cumbre de nuestra vida en Cristo. En la santidad de Cristo, que encontramos en la acción de la Santa Misa, recibimos la inspiración y la fuerza para ser santos en cada aspecto de nuestras vidas, así como Él es santo. De modo particular, comprendemos la relación esencial de la confesión de nuestros pecados y la recepción de la absolución en el Sacramento de la Penitencia con nuestra participación plena en la Santa Misa.

Uniendo nuestros corazones al Corazón de Jesús en Su Sacrificio Eucarístico, comprendemos el realismo de Su mandamiento con respecto a nuestra vida cotidiana: “Por lo tanto, sed perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (Mt 5,48). La participación en la celebración de la Santa Misa abre nuestras mentes y corazones para reconocer el gran Misterio de la Fe, hecho presente en cada celebración de la Santa Misa. Nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, con su Carta Apostólica Summorum Pontificum, promulgada hace tres años, el 7 de julio del 2007, ha deseado que las dos expresiones del único Rito Romano en la Iglesia, es decir, el Misal Romano del Beato Juan XXIII y el Misal Romano del Siervo de Dios Pablo VI, se enriquezcan mutuamente en vistas a una mayor santidad de vida entre los fieles, y con el objetivo de atraer a Cristo a aquellos que aún no creen en Él. La gloriosa presencia de Cristo con nosotros en la Iglesia aparece más plenamente en la Sagrada Liturgia y, sobre todo, en el Santo Sacrificio de la Misa.

En su Carta a los Obispos cuando la promulgación de Summorum Pontificum, el Papa Benedicto XVI subraya la unidad orgánica de las dos expresiones del Rito Romano con estas palabras:

“No hay ninguna contradicción entre una y otra edición del Misal Romano. En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso pero ninguna ruptura. Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser abruptamente prohibido o incluso considerado perjudicial. Nos hace bien a todos conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y darles el justo puesto”.

Al establecer la edición de 1962 del Misal Romano como la Forma Extraordinaria de la Santa Misa del Rito Romano, el Santo Padre ha deseado que todos nosotros lleguemos a comprender más completamente el único Misterio de la Fe, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Pan Celestial, hecho presente en la Consagración en cada celebración válida de la Santa Misa.

¡Cuán oportuna es la reforma de la Sagrada Liturgia la que nuestro Santo Padre nos está guiando y dirigiendo! Vivimos en un era que cada vez m´s olvida a Dios y Su plan para nuestra libertad, para nuestra salvación eterna. Vivimos en una era en la que muchos ya no son capaces de distinguir los buenos frutos de una ida santa de los malos frutos nacidos de la esclavitud del pecado. La confusión y el error están tan presentes que han incluso entrado en la vida de la Iglesia y amenazaron la expresión más sublime y perfecta de su vida: la Sagrada Liturgia, el culto público a Dios. La situación era tan grave ya en 1972 que el Siervo de Dios Pablo VI, en su homilía para la Solemnidad de los Santo Pedro y Pablo llegó a declarar que sentía que “a través de una rendija el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios”. La reforma de la Sagrada Liturgia, especialmente a través del mutuo enriquecimiento de la celebración de las dos formas del Rito Romano, purificará nuestro culto de todo lo que sea indigno, de todo lo que sea culto a nosotros mismos en lugar de culto a Dios, y dará, por tanto, frutos de una mayor santidad de vida. La Sagrada Liturgia no sólo nos conducirá a valorar la santidad de vida en Cristo, sino que también abrirá nuestros ojos para que abracemos el buen fruto que nos lleva a la vida y al amor, y para que rechacemos el fruto malo que nace del pecado y nos conduce a la muerte.

Mientras estudiamos estos días las enseñanzas del Papa Benedicto XVI sobre la música sacra, ofrezcamos nuestras fervientes plegarias de acción de gracias por el fiel, valiente e incansable ejercicio de su oficio de Vicario de Cristo en la tierra de nuestro Santo Padre. Demos gracias a Dios, de modo especial, por todo lo que el Santo Padre ha hecho para promover la belleza de la Sagrada Liturgia y la reverencia con la que celebramos el Misterio de la Fe. En estos días, cuando los enemigos de la Iglesia atacan tan ferozmente a la persona del Santo Padre, oremos con las palabras de la oración tradicional por el Romano Pontífice: “Que el Señor lo proteja, preserve su vida, lo bendiga en la tierra y lo defienda de sus enemigos”. Seguramente vuestra participación en la Solemne Misa Pontifical es una expresión de la unidad de mente y corazón con el Romano Pontífice en su principal tarea pastoral, en la más alta expresión de su caridad, es decir, en la promoción de la celebración digna de la Sagrada Liturgia.

Vuestra apreciación de la belleza ricamente articulada de la Forma Extraordinaria del Rito Romano es, en definitiva, una expresión de vuestra atracción hacia la incomparable belleza de la acción de Cristo, nuestro Señor, en el Sacrificio Eucarístico, que hace siempre presente para nosotros la donación de Su Vida en el Calvario. Recordamos las palabras de nuestro Santo Padre acerca de la belleza de la Sagrada Liturgia. El Papa Benedicto nos recordó que “la verdadera belleza es el Amor de Dios, revelado definitivamente a nosotros en el Misterio Pascual” y que “la belleza de la Liturgia es parte de este misterio, es una expresión sublime de la Gloria de Dios y, en cierto sentido, es un vislumbre del Cielo en la tierra”. Oremos, de modo especial, para que nuestra participación en la Santa Misa de hoy profundice nuestro maravillarnos ante la incomparable belleza del Amor de Dios para con nosotros en Jesucristo, expresada del modo más pleno en la Sagrada Liturgia.

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