sábado, 14 de fevereiro de 2009

MONS. FELLAY FALA SOBRE O VATICANO II



El levantamiento de las excomuniones no equivale por cierto a una reintegración. Pero esta decisión de Benedicto XVI abre la puerta a "debates doctrinales" sobre el Vaticano II entre Roma y la Fraternidad San Pío X. Para demarcar el largo camino que podría desembocar en una plena comunión, Mons. Fellay, superior del FSSPX, debate con Gérard Leclerc, de Francia Católica, y Samuel Pruvot, de Familia Cristiana.

¿Usted mencionó "el malestar y el sufrimiento" de la Fraternidad San Pío X… ¿No es suicida permanecer lejos de la Iglesia de Roma?

Mons. Fellay: La posición de FSSPX presenta un peligro objetivo en el nivel sociológico, sobre un plano puramente humano. Es el peligro de permanecer ensimismado. Hemos sido atacados tanto, que automáticamente tenemos reacciones defensivas. Tratamos de protegernos y ahí hay un riesgo de ensimismados. Somos muy conscientes de esto y tratamos de hacer todo para impedir una actitud de ruptura. Debemos tener cuidado. Tratamos de tomar algunas medidas para neutralizar el peligro. ¡Es por eso que permanentemente hablamos de Roma y de la Iglesia (¡aunque sea en forma negativa!) Nunca olvidamos a la Iglesia, hacemos rezar por ella. Recordamos que no somos únicos. Rezamos por el papa, recordamos que es el vicario de Cristo. Esto apunta a un plano mucho más profundo de pertenencia a la Iglesia, nunca quisimos apartarnos de esta línea. Somos íntegramente católicos, estamos ligados firmemente a la Iglesia, y siempre lo hemos estado.

Samuel Pruvot: Un desacuerdo que se ha extendido a lo largo de décadas creando una situación crítica. Hay muchos bautizados por ustedes que no conocieron la plena unidad con Roma. Es indiscutiblemente peligroso.
¿Cuál es la forma y el calendario de los debates que usted empieza con Roma?

Mgr Fellay: Esto va a arrancar rápido, ciertamente... ¡Supongo que vamos a presentar nuestras objeciones, ya que somos nosotros (la FSSPX ndlr) quienes planteamos el problema! Respecto al resto, no puedo ir más lejos, no puedo decir nada, ¡porque no sé nada!

¿Acepta el Concilio con "reservas " o lo niega en bloque?

Mgr Fellay: Hay que distinguir la letra y el espíritu. Hay un espíritu peligroso que recorre todo el Concilio, y en este sentido lo negamos. Pero cuando se habla de la letra, no se trata de rechazarlo en bloque todo tal cual es. Mons. Lefebvre mismo aceptó el Concilio "a la luz de la Tradición". ¿Qué es lo que quiere decir esto? En 1982-1983, él fue a dar explicaciones a Roma, ante el cardenal Ratzinger –este rechazó su formulación. Mons Lefebvre decía: "Lo que es conforme a la enseñanza perenne, lo aceptamos: lo que es ambiguo, lo recibimos según esta enseñanza perenne; lo que es opuesto lo rechazamos".
En su discurso del 22 de diciembre de 2005 a la Curia, Benedicto XVI habla de las "hermenéuticas" del Concilio. Él condena la idea de una ruptura basada en "el espíritu del concilio". ¿Cuántos son hoy los partidarios de la hermenéutica de la ruptura? ¿Muy pocos acaso? Aquellos que quieren esta ruptura con el pasado ¿han sido alejados la Iglesia? Así como lo ha dicho muy justamente Benedicto XVI, la Iglesia no puede separarse de su pasado. ¡Es imposible! No podemos construir el vigésimo piso de un edificio sin tener los 19 pisos de abajo!

Gérard Leclerc: ¡La distinción entre el espíritu y la letra del Concilio puede ser especiosa, porque por un lado, alguien como el padre de Lubac ha podido denunciar la perversión del clima que reinaba alrededor del Concilio, y por otro el espíritu verdadero del Concilio ilumina la letra y debe ser atribuido al mismo Espíritu Santo! En cuanto a la continuidad orgánica de la Tradición, esto supone forzosamente desarrollos. Aquello de lo que ya hablaba el cardenal Newman. Mi temor hoy sería que la Fraternidad San Pío X se niegue a contemplarlos. Bloqueando la Tradición hay peligro de salirse de ella.

Mgr Fellay: Hay puntos, que el papa presenta como en concordancia con la Tradición y que, a nuestros ojos, no lo están.

¿Es posible hacer la selección en las afirmaciones del Concilio?

Mgr Fellay: No es una cuestión de todo o nada. Me parece que muchos problemas que nosotros nos planteamos tienen que ser resueltos por medio de distinciones y por no rechazos o aceptaciones absolutas. No somos unívocos. Cuando hablamos del Concilio, sabemos que se inscribe en un conjunto de circunstancias, en un contexto, en un movimiento. Me apoyo en una nota de la secretaría del Concilio de noviembre de 1964. Este texto comprende dos partes. La primera dice: "la Iglesia no obliga a adherir en cuestiones de fe y de costumbres sino a aquellas que ella presenta como tales". Y esta nota precisa que este Concilio se considera "pastoral". El Concilio se distingue de los otros. No podemos abordarlo de manera dogmática y decir AMEN, a todo. Este paso es sencillamente falso. Hay diferentes dominios, temas y grados de autoridad..

¿Después de Motu proprio, la cuestión de la liturgia está en orden? ¿Considera que el rito romano en su forma ordinaria (Paulo VI) es válido?

Mgr Fellay: La cuestión de la validez no plantea problema en sí. Basta que la forma sea respetada. La nueva misa es válida. El problema se plantea a posteriori. Comprobamos a veces que en el comportamiento o las palabras, los sacerdotes y los fieles no tienen siempre fe en la presencia eucarística. Esto podría significar la existencia de una intención contraria a la de la Iglesia.
La liturgia es todo un conjunto que acompaña lo esencial de la misa. Es todo un conjunto de gestos, de palabras que acompañan y deben alimentar la fe. Aquí tenemos objeciones mayores como, por ejemplo, el ofertorio: compare los dos misales y comprenderá nuestras objeciones.

Gérard Leclerc: Yo tendría también un problema para asistir a una misa donde el sacerdote no compartiera la fe de la Iglesia. La cuestión pudo plantearse en ciertos momentos. Paulo VI publicó una encíclica sobre la Eucaristía que fue recusada por un cierto número de personas en su tiempo. Fue algo muy grave.
Sobre los ritos la discusión sería larga. Habría que ver de nuevo cómo se hizo la reforma litúrgica. No es por nada que el cardenal Ratzinger pide una reforma de la reforma. Pero hay que también considerar las riquezas del nuevo rito. Éstas provienen de la tradición eclesial más auténtica.

Mgr Fellay: Para Benedicto XVI, la reforma litúrgica es una de las primeras causas de la crisis de la Iglesia. Es algo fuerte. ¡Esto dice mucho, y no soy yo que lo dice!

Usted critica la noción de libertad religiosa. ¿Por qué?
El Concilio hizo propio uno de los principios fundamentales del Estado Moderno, a saber la neutralidad para con las religiones. Para nosotros el Estado debe reconocer la verdadera religión. Benedicto XVI considera, a propósito de la libertad religiosa, que "la Iglesia redescubrió su patrimonio". ¡Es una expresión qué me hace sobresaltar! ¡Si la Iglesia redescubrió la libertad religiosa, ¿cuándo la perdió?!
¿Acaso ella podía perderla? Durante cerca de 1500 años la Iglesia tuvo muy otra posición.

Gérard Leclerc: Hay un problema histórico. La Iglesia conoció situaciones muy diferentes. Situación de clandestinidad bajo el Imperio Romano, la libertad religiosa consentida bajo Constantino, y luego con Teodosio el Imperio se hizo cristiano. Hay una larga época de Cristiandad Medieval, luego una ruptura de la modernidad. La Iglesia, a lo largo de la historia, vió situaciones diferentes y reaccionó con arreglo a estas situaciones. No reaccionamos del mismo modo en un Estado oficialmente cristiano que cuando estamos bajo un régimen laicista. No hay que ser anacrónico. La noción de libertad religiosa está asociada con la libertad radical del acto de fe y con la incompetencia religiosa del poder público. ¡En China hoy, la Iglesia reclama la libertad de conciencia!

Mgr Fellay: ¡Estamos perfectamente de acuerdo! Todo el mundo comprende que en un Estado que abarca varias religiones, este Estado debe legislar para el bien común. El bien más grande es la paz entre los ciudadanos. Es lo que la Iglesia llama la "tolerancia cristiana". Pero se trata de otro principio.

¿Acepta el camino ecuménico iniciado por el Vaticano II?

Mgr Fellay: Hay una distinción que que realizar sobre el ecumenismo. El deseo de unidad, es decir, de que los que dejaron la Iglesia vuelven a ella se puede encontrar en las Letanías de los Santos. Es nuestra posición. Rezamos y deseamos con todo nuestro corazón que todos sean uno, según la palabra de Nuestro Señor. Sin embargo, el concepto recordado por la Iglesia, según el cual sólo ella es la maestra de la Verdad y posee toda la Verdad revelada, resuelve el problema. ¡Si la finalidad del ecumenismo es verdaderamente esta, no nos oponemos, téngalo por seguro!
Lo que no corresponde es otra cosa. En 1949, una nota del Santo oficio, (el primer texto oficial de la Iglesia que habla del ecumenismo), advertía contra un conjunto de peligros. Hoy estamos metidos dentro de ellos. Estos peligros son el relativismo, llegar a una connivencia con todo el mundo y renunciar a la conversión. En un texto reciente de Roma que se refiere a la mejor comprensión de la misión de la Iglesia, se habla del gran respeto a las tradiciones de los cristianos no católicos. El único momento en que se habla de conversión es en nombre de la libertad religiosa del sujeto. No existe ya más la voluntad de la Iglesia de convertir. ¡Entonces aquí, seguro, no estamos de acuerdo, esto es muy grave!

Gérard Leclerc: Roma es muy consciente de ciertas desviaciones del ecumenismo. La prueba es la publicación de "Dominus Jesus " del cardenal Ratzinger. Por otra parte, el papa advierte también contra la dictadura del relativismo. Dicho esto, el modo en que el Vaticano II abordó la cuestión cambia nuestra mirada sobre las otras confesiones. En la medida en que ellas supieron cultivar ciertos elementos importantes, son depositarias de riquezas que debemos redescubrir. Así, la ortodoxia que es en mucho testigo de la fe de los Padres, cultivó más que la Iglesia de occidente ciertas perspectivas. Es por esto que Juan Pablo II declaraba que "la Iglesia debía respirar con sus dos pulmones". Somos reenviados así a la continuidad de la Iglesia indivisa.

Mons Fellay: ¿Que es lo que se pretende? ¿Una unidad real o una suerte de connivencia, una suerte de confederación? Según lo que dice la Iglesia, hay sólo una solución: es la unidad. Hay sólo una Iglesia y no pueden haber varias. Esta unidad debe estar fundada sobre la Verdad. Que haya un gran número de riquezas, de valores, de verdad, en todas las religiones, esto va de suyo. Pero el bien proviene de la integridad total, mientras que el mal proviene del defecto. Como dice la epístola: "El que peca contra un mandamiento peca contra todos". El fin es alcanzar la salvación. Para ser salvo hay que tener toda la fe, todo el conjunto. Lo que falta a los ortodoxos es aceptar la primacía del papa. En todo el resto estamos de acuerdo. Hay muchas riquezas que pueden servir de punto de partida, es posible, pero no podemos quedarnos ahí.

A propósito del judaísmo, ¿acepta la fórmula nacida del Concilio que presenta a los Judíos " como nuestros hermanos mayores "?

Mgr Fellay: La expresión puede ser tomada de dos maneras, es ambigua. La primera es correcta, la otra incorrecta. Tenemos en la Sagrada Escritura el Nuevo Testamento y el Antiguo Testamento. Todo lo que el Dios le transmitió al pueblo elegido se encuentra en la primera Alianza. Pero ésta ha sido reemplazada por la Nueva, la Buena Nueva que es el Evangelio. Nosotros los católicos tenemos todo. El Antiguo y el Nuevo Testamento. Los judíos son fieles al Antiguo Testamento en cuanto a la letra, pero algo nuevo ocurrió y el judaísmo se detuvo allí. Hubo algo esencial: la llegada del Mesías. Los judíos son nuestros hermanos mayores en la medida en que tenemos algo en común. Pero eso no basta para que ellos alcancen la salvación.

Gérard Leclerc: Con la Nostra Aetate, el Concilio quiso tranquilizar nuestras relaciones con el judaísmo recuperando la enseñanza de san Pablo en la epístola a los Romanos, lo que volvió a poner el judaísmo en una perspectiva "escatológica". Esto tiene un sentido preciso: nuestras relaciones con nuestros hermanos mayores son hic y nunc inscritas en la historia de la salvación. Es verdad que este reexamen ha sido acondicionado ampliamente por el drama espantoso de la guerra. Había habido indiscutiblemente un antijudaísmo cristiano, fuente de persecuciones múltiples. La Iglesia quiso hacer su examen de conciencia. Pero la mejor respuesta residía en un ahondamiento doctrinal. Se trató primero de reencontrar la coherencia de ambos Testamentos. El Nuevo es totalmente solidario con el Antiguo. Finalmente, hubo voluntad de cambio de relaciones con el judaísmo. Nos acordamos de la visita de Juan Pablo II a la sinagoga de Roma y de su paso por el Muro de los Lamentos en Jerusalén.
Usted desea que Roma rehabilite la memoria de Monseñor Lefebvre. ¿Qué tiene que decir sobre esto?

Mons. Fellay: Mons. Lefebvre señaló un problema a la Iglesia y es a causa de esto que ha sido condenado. No se ha querido ver ese problema. ¡Él decía: "Atención, hay una crisis en la Iglesia! ¡Es absolutamente necesario ver las causas!" La dificultad permanece casi completa hoy porque la Iglesia quiere atribuir estos problemas al ambiente del mundo. Y esto es verdad sólo en parte.

Gérard Leclerc: Desgraciadamente, Mons. Lefebvre se embarcó en un camino de división de la Iglesia. Recuerdo, sin embargo, lo que me ha dicho el cardenal Thiandoum, sucesor de Mons. Lefebvre en Dakar. El había sido formado por Mons. Lefebvre. No olvidemos que es el mismo Mons. Lefebvre que inicia las conferencias épiscopales del oeste africano. Thiandoum no era el único que reconocía su deuda. Recuerdo lo que me ha dicho el padre Albert Chapelle, quien era un gran jesuita, consejero del cardenal Lustiger en los momentos difíciles: "Mons. Lefebvre fue un muy grande obispo misionero”. Hasta el cardenal Lustiger tuvo apreciaciones fraternales, a pesar de sus serios desacuerdos. Creo que altas autoridades en la Iglesia siempre reconocieron a Mons. Lefebvre su voluntad de servir. Habría que considerar las cosas con más justicia. Dicho esto, no podemos sino lamentar la polémica que tocó a la persona de los papas. En ella se ponía en riesgo realizar una desfiguración del mensaje de la Iglesia, abriendo una herida que todavía está sangrando.
¿La aproximación con Roma es únicamente doctrinal? ¿No implica una afectuosa proximidad espiritual?
La vida moral y espiritual se sigue de una doctrina clara. ¡No somos voluntaristas! Lo afectivo se sigue del conocimiento. Si se logra devolver claridad a muchos de estos puntos llegaremos a una renovación para todos, que será provechosa para todo el mundo. Hay que rezar para que estas discusiones sean un bien para toda la Iglesia. No se trata de saber si alguien ganó o si alguien perdió. Somos sólo pobres seres humanos, un día nuestras vidas se acabarán. Responderemos ante del Buen Dios de lo que hicimos. Lo esencial para mí es que nuestro Señor sea amado, alabado y adorado. Es el fin del ser humano y de la vida cristiana.
¿Espera ver con sus ojos la comunión plena?

Mons. Fellay: Nos hemos considerado siempre plenamente miembros de la Iglesia. En cuanto al resto, ¡espero hacer mi trabajo! Es el Buen Dios quien decide. El éxito de una obra no es humano, es el bien sobrenatural que viene del Buen Dios. Yo soy sólo un instrumento. El éxito vendrá cuando el Buen Dios quiera. Creo firmemente que las puertas del infierno no prevalecerán sobre la Iglesia. Sé que la Iglesia continuará y es por esto que sigo adelante a pesar de todas las penas que recibo. ¡Es a esta Iglesia a la que yo amo, a pesar de que me golpee!

Gérard Leclerc: Creo que hay un clima que cambiar, y no solamente en el debate teológico. Me doy cuenta de esto, aunque más no sea por las polémicas en las cuales he visto obligado a participar estos últimos días. Hay que reencontrar la serenidad, no diabolizar al otro, particularmente con quejas falsas. Esto puede hacerse sólo en la docilidad al Espíritu Santo.

¿Espera algo de católicos franceses?

Mons. Fellay: ¡Espero mucho! Que ellos crezcan en el amor del Buen Dios y en su servicio. La comunión de los santos hace que todo acto bueno ofrecido en la Iglesia aproveche a todos los demás. Cada uno que se santifica en la Iglesia eleva a todo el cuerpo místico. Espero que todos nosotros vivamos mejor esta comunión de los santos y todo lo demás se seguirá por sí mismo. Es algo grande. La vocación universal a la santidad, justamente una de las cosas importantes que recuerda el Concilio.

Fuente: Familia Cristiana de Francia. Parte 1. Parte 2.
Traducción: Panorama Católico Internacional